Barro tal vez -si no cuento lo que siento-

La negra Sosa me acompañó los tres años, se peleaba con Cerati, Caballeros y el Gran Miguel Mateos entre otros. La satisfacción de ver mover los pies al ritmo del bombo legüero, mientras hacía mías las tardes belohorizonteras. Y este año, el último, también estuvo.
-Si no canto lo que siento, me voy a morir por dentro, me decía, y el flaco Spinetta la acompañaba, -ya me estoy volviendo canción... barro tal vez.
Rara sensación el saber que todo se terminaba en tres días, quedaba eso, tres días: jueves, viernes y el examen del sábado. Pasar un Master con el Maestro Salvatore Liporace como juez.
Hasta ese día los teóricos hablaban de responsabilidad, de demostraciones internacionales, de trasmitir, compartir. Lo que significa ser parte de la Escuela Europea de Bonsái, de aprobar un Master. Ser los primeros en América en estar a la altura de la exigencia europea, los primeros brasileros, el primer argentino. Estudio Botánico, UBI, BCI, FELAB, de repente todo estaba al alcance de la mano. -Hola Salvatore, le susurraba Martina por el Skype, -Y dónde está tu hermana Sofía, le preguntaba Liporace.

-He de gritarle a los vientos, hasta reventar, aunque sólo quede tiempo en mi lugar, la Negra.

Últimos metros finales
Me río cuando me veo escribir mezclando palabra en italobrasilero, se hace más rápido, en realidad sólo un poco. Se supone que de este casi medio cuaderno universitario tengo que armar las clases teóricas que se terminan resumiendo en conceptos incorporados que ayudan a las manos a trabajar. Releo CHOWA, tres años atrás. ¿Existe otra forma de hacer bonsái?
Otra cerveza, otra “piada” brasileña que es contrarrestada por el ingenio popular argentino. Lino se sonríe desde lejos. Baja el aire fresco de los morros de Nova Lima, cabeza a cabeza van las ganas y el crecimiento. Ojalá nunca crucen el disco.

Allá en el horizonte, la ciudad de Belo Horizonte, con la torre del Hard Rock Café, impresionante lugar. Así de lejos estábamos de la ciudad.

Se dice Jipi, y se escribe Hippie (diría Capusotto), en este caso la tortuga Janis Joplin de Rock.

Trabajos nocturnos, aunque Daniel pose como tapa de disco de U2.

Técnicas muy avanzadas que se transforman en cotidianas, una estética diferente, comprometida, mucho más artística.

El Shimpaku injertado al que, tratando de encontrar algo de conicidad, le fui sacando tierra hasta que llegué a la tan temida “pata de caballo”.

Uno de los días volvimos a la plantación de juníperos a la que habíamos ido tres años atrás. Clase de cultivo en tierra y detalles de calidad en material virgen.

Mucho material siendo injertado con Itoigawa. Quince años de plantados y cinco más para empezar a cosechar.

Unos diez mil esquejes de juníperos para injertar en los que esperan en la tierra, los grandes.
Conté seis de estos invernáculos, todos a 25˚.

El guardián azul. El dinosaurio que dejó sin dormir a Zezao por varios años.
Zé diría en perfecto portugués: ¡surreal!

No estoy autorizado a emitir opinión alguna.

Comenzando los trabajos sobre la madera del junípero. Nada de máquinas (también cuenta para el celular y la cámara de fotos).

Fibras, movimiento, nudos, vena viva, ampollas en los dedos.

Un poco más.

Y más...

Ainda mais, de día, de noche.

La gran Gepetto.

Hasta que llegó el viernes a la noche, y ya no había tiempo de seguir, al otro día trabajaría las ramas como parte del examen final práctico.

Una foto antes del trabajo final, a esta altura el árbol ya estaba vendido.

El trabajo final de Rock. Es interesante ver la similitud de la metodología.

El de Calegari.

Pinocho.

El de Maninho.

El de Julius.

Made by Daniel (si el del beso a la luna de piedra, ese).

Impresionante Calliandra spinosa de Pedro Stum.

Junípero taiwanensis de Zezao.

Rock Junior, gran anfitrión y gran amigo. Parte de la nueva generación de profesionales sudamericanos. Supo compartir el tiempo familiar con la responsabilidad de organizar la primer Escuela Europea de Bonsái en América del Sur. ¡Gracias amigo por dejarme participar!

Empezamos veinte, terminamos mil. Cada uno de nosotros sabe de la obligación de transmitir esta forma de hacer bonsái procurando una identidad sudamericana. Obrigado a todos por hacerme sentir uno más.

Mucha emoción, mucho esfuerzo, mucha gente reflejada a la distancia en los ojos vidriosos.

Escuela Europea de Bonsái, Estudio Botánico de Milán, Italia, Nova Lima, Belo Horizonte, Brasil. Seçao Pithecoellobium, 11 de Septiembre de 2010.

Todo empezó con una planta de Mora al lado del cordón de la playa de estacionamiento del edificio. Claudia, un curso y una cóncava. Juanjo, Lucía y las plantas del cantero del Coto de Boedo. Mi viejo (mi viejo...) y los juníperos enraizados en piedra, el ficus con raíces reptantes de mi vieja. Mi sensei, Marita. Sofía y Martina y el contraste de las lágrimas entre lo que viene y lo que se va. Las podas de mi amiga Magui. Juanjo y su aguante para construir el vivero. Juan Carlos y los obreros de la construcción. Mandaguarí. Mi compadre Shito. Los concursos, las peleas absurdas, las migajas. Liliana. Este blog. Solita Rosade. El gordo César y su confianza (y su finanza). El apoyo de Pablo, Omar y Rodrigo. Mi hermana Alejandra, aún hoy recuerdo la frase que me dijo cuando presentábamos el Manual de Bonsái. Damián. Mi hermano Gonzalo y la banda de recolectores de olivos. Julián y Juancito. Pancho, que aún en encontra de la marea me dió una mano enorme. Pedro Morales, Yrene. La revista Bonsái puntoar. Bruno y su esfuerzo por tratar de hacer lo que su tío-papá le pedía. Mariela. Norma y Laura hablando con los vecinos para que pudiera hacer yamadori en los jardines del barrio. Roy Nagatoshi, Chase Rosade. Chicho y los pinos negros, Mary y Pato. Kally y su apoyo incondicional. Puerto Rico. El abrazo con Daizo Iwasaki. Nacho, Karim y los amigos venezolanos. Brasil. Daniel Daza. Naty y Santi, el ninja. Soledad, su azalea y las señales del cielo. Bibiana (hada madrina). Mi media hermana Sandra y su corazón siempre dispuesto (qué haría sin vos). Mi otro hermano, Daniel. Robert Steven. Agus, Mica, Lu, Nahara, Caro, Ulises. Nadia que me regaló el delantal, Milagros y el estuche de jean. Mis alumnos de tantos cursos, la escuela en Córdoba. Paco el visionario. Xec Fernández. Tersio. Pablo Filgueira. Sebastián. Salvatore Liporace.
Mucha gente, mucho esfuerzo, muchas pequeñas partes que fui haciendo mías para aprender a armarme. Hirata, Wu. El día que me llegó el meil invitándome a la escuela no lo pude creer, pensaba si tanta espectativa podía ser cubierta, si me iba a dar el cuero. -Usted puede, me dijo por Skype, -pibe perry, yo sé lo que le digo. Zezao siempre vió mucho más de lo que yo podía ver en mi mismo. Lazos de familia.

La emoción me duró hasta que me dormí, no pude hablar mucho con Clau y las melli, no podía hablar. Pero quería compartir el momento, en definitiva era el de ellos. El momento de todos que espero haber administrado bien. No me alcanza la vida para dar las gracias a mi familia, a mis amigos.
Pero necesito empezar: ¡muchas gracias todos!

Y es que esta es mi corteza donde el hacha golpeará, donde el río secará para callar.
Barro tal vez.