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jueves, 1 de mayo de 2008

Bonsái de espinas

El Chanchi era así, tenía casi todo lo mismo que las personas que vienen de Japón, los ojos rasgados, el flequillo inmanejable, la altura, el mover los ojos antes que la cabeza. Tenía todo menos una, él no era japonés.
Esquirlas de una noche de “sake” y niebla hicieron que viniera al mundo en agosto, junto con las flores del ciruelo.
Nunca aprendió a jugar al fútbol, y era horrible tirándole piedras a las luces de la plaza, pero que se yo, siempre fuimos los mejores amigos.
El tiempo se encargó de separarnos cuando nos hicimos grandes, el tiempo que sabe negociar con la memoria y nos pone primero en las lista de los recuerdos aquellas cosas que nos hacen bien.
Fue paseando un domingo que me acordé de él.
No sé cómo aparecí en esa feria, tampoco recuerdo bien si era una feria, los techitos de media sombra, la telaraña de hilos y sogas que cruzaban el cielo y la gran cantidad de mostradores con artículos a la venta referían a feria. Globos, chicos corriendo y una ensalada de cumbias me convencieron. Cerveza en mano me deje llevar por la correntada humana.
Los vendedores se acomodaban alineados. Al final del pasillo central había un pasacalles que decía “Concurso de bonsái”, entré. Sigo sin saber el por qué.
Era una especie de exposición, todos ordenaditos y separados por unos pedazos de caña tacuara, en mesitas de diferentes tamaños y formas. El pasacalle, mágicamente, se encargaba de modificar la atmósfera, de este lado nadie hablaba.
El movimiento era de casi todos igual, caminábamos paralelo a las mesas, girábamos el cuerpo, nos agachábamos para leer el cartelito y nos parábamos de frente al bonsái. Mueca de agrado y vuelta a empezar.
Había uno... no era el mejor, por lo menos para mí, pero el séptimo de la línea contando desde la derecha, (tomando la derecha como el primer árbol al lado del viejo bebedero de la plaza) me llamaba la atención. A diferencia de los otros, este no tenía hojas. Lógico, pensé, si estábamos en otoño. Pero los otros si tenían y supuse que en un concurso de este tipo en el que la gente votaba al que más le gustaba, venirse justo con uno sin hojas era una mala decisión y aunque un raro magnetismo me acercara, esperé a llegar siguiendo el ritual, paralelo, girar el torso, leer, mueca, seguir.
Acacia de tres espinas, pude leer en el papelito que estaba prolijamente acomodado al lado del bonsái, autor: José Wsanawa... Era el Chanchi.
Apoyé la cerveza en el suelo y levanté la cabeza buscando a mi amigo. Giraba, saltaba, cogoteaba hasta que en un movimiento tiré el vaso y una señora con la bolsa del pan en la mano me miró feo. ¡Un bonsái del Chanchi! Lo primero que hice fue sacar el papel que me habían dado para votarlo, no me importaba nada, pero al mirarlo de nuevo algo me hizo pensar. Era un bonsái raro, sin hojas y unas cinco espinas rojas saliendo del tronco, como si fuese un bonsái de espinas y nada más.
Había pinos, azaleas llenas de flores, juníperos con formas viborescas y ¡este aparato presenta un bonsái de espinas! Volví a estirar el cuello para ver si lo encontraba por algún lado, no había teléfono ni dirección ni organizador a quien pedirle un dato. Sólo la nena que daba estas mini planillas y la urna al final del recorrido.
Puse mi voto y me fui. Giré de nuevo para encontrarlo. Nada.
Las manos en los bolsillos eran poca defensa contra el frío de la tarde, ¡un bonsái de espinas! repetí hasta subirme al colectivo, un bonsái de espinas...
El sacudir del bondi invita a pensar, con hojas no lo hubiese mirado, me dije.
Sin dudas el bonsái de espinas tenía casi todo lo que los otros bonsái tenían, todo menos la habilidad del Chanchi para que veinte años después pudiera volver a verlo a través de su pasión.

Gracias a todos los que apoyaron este blog en el concurso, gracias a Con vocación de espina a quien dedico este post.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Sergio; ¿qué te puedo decir? La verdad que tu madurez, la serenidad de tus palabras y el homenaje que me has otorgado han robado las facundias de mis dedos.

Agradezco, en primer lugar, el hermoso detalle de dedicarme un post. Creo que este es el mejor ejemplo que todo aquel que se entrega a la reflexión y a la observación de la naturaleza trascenderá sobre los demás (sólo un hombre grande homenajea a su contrincante).

Un bonsái con espinas, por otra parte, no sólo es más atractivo sino que es más fuerte. No conozco nada del milenario arte del bonsái pero mi sentido común me dice que aquel que pueda vivir impávido ante el paso de los años, la amenaza de las manos curiosas y de las naturales flagelos tendrá mayor oportunidad de trascender en el tiempo. Y mira que ni la azarosa victoria, ni los deletéreos comentarios ni, estoy seguro, el paso del tiempo, hicieron mella cuando unimos la paciencia del bonsái a la solidez de la espina. Celebro el nacimiento de nuestra amistad y la firmeza de esta.

Quiero, por último, felicitarte por el merecidísimo triunfo. Saludo, asimismo, a tus amigos, familiares y personas cercanas que se esforzaron para lograr la victoria. Sin ellos, vos y yo lo sabemos perfectamente, no hubiésemos logrado ni la décima parte de los votos. A ellos y a ti mis más sinceras y fraternales felicitaciones.

Desde la fría y cada vez más lluviosa Bogotá te envío un abrazo.

Aqua dijo...

Sergio, mis felicitaciones por merecido premio en el concurso Blogobundos!!
De más está decirte que este blog siempre fue uno de mis favoritos, en especial por esos textos tan especiales, y esa pasión por el bonsai que se nota en cada una de tus frases.
Te dejo un abrazo desde Bs As, y nos seguiremos leyendo!!

Anónimo dijo...

hola, felicidades por el puesto, un saludo desde Homo habitus_publicación electrónica.

Verónica
Gestión y comunicaciones
Homo habitus.
http://www.homohabitus.org/

Anónimo dijo...

Sergio; magnifico el blog y merecidicimo el 1° puesto,te leo con entusiasmo.
Alberto

Anónimo dijo...

Querido Sergio:

Me encanta “contagiar” el amor por el bonsái y me hace inmensamente feliz ver crecer a pasos agigantados a este “enfermo grave” en que te has convertido. En poco tiempo espero poder decir “ese maestro, fue mi alumno.

Marita

Anónimo dijo...

Querido Sergio:
me encanta "contagiar" el amor por el bonsai y me hace inmensamente feliz ver vrecer a pasos agigantados a este " enfermo grave" en que te has convertido. En poco tiempo espero poder decir"ese maestro, fue mi alumno" Marita

Anónimo dijo...

No soy aficionada al bonsái, pero si siento amor por este arte, al cual con tu sabiduría, paciencia y forma tan "ESPECIAL" de explicármelo me hiciste sentir y entender.
Me llena de orgullo que tu blog, reciba este premio, porque "VOS" sos así, bien argento...y como el bonsái,tiene su tiempo para ver los frutos en el trabajo realizado, creo que los tuyos ya están comenzando a verse.
Por cada minuto de espera, por cada búsqueda en las definiciones, por cada ejemplo para que aquellos como yo, no conocemos algúnos términos,por la paciencia...GRACIAS MAESTRO!!!!

y por supuesto, sin duda a equivicarme porque te lo merecés...

FELICITACIONES!!!!!

Sandra

Anónimo dijo...

Te felicito Sergio, yo fuí unos de esos que entraba todos los días para ver si aportaban un votito más, y si bien no soy un apasionado por los bonsai, ni tampoco tengo un vínculo de amistad con vos, me ganó la sensibilidad y el sentimiento que le pusiste al blog, aprendí que solo con inteligencia y conocimientos no se logran los mejores resultados, sino que además hace falta pasión y humildad, y es lo que sobra en tu blog, por supuesto descontando el humor.

Te repito que te felicito y te admiro, no solo por mostrar aquello que te gusta, cosa que debe ser más sensilla por ser diseñador gráfico, sino por transmitir esa pasión por las cosas, que sería bueno, nos contagiemos todos.

Un abrazo
Sergio Carraro