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lunes, 24 de diciembre de 2007

El Bonsái de Papá Noel -una historia de chicos-

Me contó una vez un amigo de un gran amigo mío, que tenia un primo que era amigo de la hermana de un tío que vivía en un lugar por allá lejos, cerca de donde vivían los vikingos, que haciendo un super pozo para hacerle la cucha a un perro de esos que usan para la nieve, encontraron una vieja cajita de madera, llena de dibujos que hasta hoy nadie pudo saber que dicen. Tenía una cerradura re rara que sólo pudo ser abierta por un señor que hacia eso, abría cerraduras raras. Adentro había un papel, también viejo, con las letras medio borradas, pero si uno se acercaba un poco y se concentraba podía leer una historia especial, la historia del bonsái de Papá Noel.
Papá Noel tenia uno, muy muy viejo, que cuidaba de una forma especial.
-Que annnbre padrino, si con el frío que hace donde vive Papá Noel no pueden vivir árboles, me dijo Nacho mientras se mordía el labio de abajo y dejaba salir ese sonido particular, mezcla de elefante con aspiradora, -que annnnbre.
-Viste, por eso es especial esta historia, escuchá como sigue.
Decían que se lo había regalado un señor de China, que estaba recontra re viejo y que no tenía ningún familiar a quien dejárselo. Papá Noel lo acepto gustoso cuando escuchó que no era un bonsái cualquiera, era un árbol especial, que sólo brotaba cuando sentía que la gente tenia fe de que así fuera.
Lo tenía en su oficina, entre las cartas de los chicos de todo el mundo, y lo miraba constantemente. Siempre esperaba que brotara. Y el bonsái lo hacía. Daba la casualidad que cuando empezaban a llegar las cartas, el bonsái brotaba.
Pero un año no brotó.
Papá Noel desesperado empezó a buscar en internet tratando de averiguar que le pasaba.
Nada encontró.
El problema era que se acercaba la navidad y Papá Noel triste porque el bonsái no brotaba no tenía ni ganas de salir a repartir juguetes. Convencido por los duendes que lo ayudan en su tarea, empezó a leer las cartas, y se detuvo en una especial, una que justamente hablaba de árboles.
La escribía un chico que sólo firmaba con una M. Decía algo parecido a que estaba triste porque le daba bronca que todos los años metieran adentro de la casa ese feo árbol para decorarlo y que por culpa del tamaño que tenía tapaba la tele que usaba para conectar la play. Que nunca le traían lo que pedía y encima tenía que aguantarse el perfume de su tía Clara que le hacía picar la nariz. Decía que la navidad era horrible, todo lleno de árboles y de gente grande que hablaban cosas que él no entendía y repetía lo de su tía con perfume, encima no podía jugar con la play.
Papá Noel creyó entender lo que le pasaba, a M y a su bonsái. Creyó escuchar las palabras del viejo chino que le decía –lo hace brotar la fe…

Esa noche M recibió dos sorpresas, un juego nuevo de carreras de auto en 3D y una semilla, pegada con cinta scoth en la tapa del dvd.

Los papas de M miraban a su hijo sorprendidos. M despegó la semilla, apoyó el juego en el sillón y sin saber que lo impulsaba, llenó un vasito de plástico con tierra de una de las plantas del comedor y plantó la semilla. Se sentó con las piernas cruzadas, una mano en la pera sosteniendo la cabeza y se quedó hipnotizado mirando el vasito. La tierra se empezó a levantar dejando ver unas hojas apretadas como alas de mariposa recién nacida.

Papá Noel, en su oficina, disfrutaba de los nuevos brotes de su bonsái.

Feliz Navidad.

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