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miércoles, 24 de febrero de 2010

Me veras... volver

¿Dónde habrá una ciudad en la que alguien silbe un tango?

La térmica de la nostalgia familiar me saltó varias veces, y después de algunos cambios de vuelos hoy (y toco madera) vuelvo. En realidad empiezo a volver, porque puedo dejar este lugar pero estoy seguro que me va a llevar un largo tiempo irme.
Lamentablemente la muerte súbita de mi computadora me dejó preso de la amabilidad de Zezao para conectarme, lo que me imposibilitó poder publicar alguna de las más de 1300 fotos y algunos videos que de regreso seguro voy a subir.
Estar por más de 13 días en Milán y vistar la escuela de Toscana por un fin de semana sirvió para proyectar lo que va a ser la escuela en Argentina. El material de trabajo (todo yamadori), la manera de hacer bonsái, la pasión. Muchos puntos en común -no la parte de los yamadoris- que me hacen estar cada vez más seguro de mi propuesta de compartir todo, de evitar lo más que pueda la falsa e hipnótica sensación de tocar el cielo con las manos.
Todo se aprende de nuevo. Agradezco mi loca manera de sorprenderme siempre, y de aprender rápido. Todo es parecido, muy pocas cosas iguales. Pensar que todo empezó con un regalo de Clau y hoy me encuentro paseando entre pinos mugho y silvestres de más de 10 décadas.


Trabajando sobre un pino silvetre. Todo se puede hacer, todo menos la corteza.


En Toscana dando una mano para trabajar este junípero comunis, yamadori de la montaña.


El Studio Botánico de Salvatore Liporace y la obligación de volver.

Ya casi llega mi primo Flavio para llevarme al aeropuerto, mil gracias a él. La sangre tira, sin duda alguna.
Me llevo los ojos llenos de imágenes que nunca pensé ver, y un montón de agradecimientos, para los que me ayudaron a venir y para los italianos, portugueses y franceses con los que compratí estos días. A mi hermano Zezao.

Me verás volver -dice Gustavo Cerati-
Un hombre alado extraña a su familia.

martes, 16 de febrero de 2010

Llueve

Francés, italiano, portugués, holandés, inglés... es como si el ascensor de la Torre de Babel se hubiera quedado entre el piso 456 y 457 y todos habláramos al mismo tiempo, cada uno en su idioma. Que be-lo!!!, si, si tré yolí!, tré?.... no catre yoli!!! Y así hablamos, a pura fonética, a tal punto que cuando algo está muy muy bueno le decimos Angelina, si, por Angelina... yolí!

Otra de esas mañanas, y van
Los amaneceres en Gaggiano son, al menos, divertidos, variados. Una mañana está todo congelado, la otra llueve, después mucha niebla al punto de que casi no se puede ver, a veces un poco de nieve (aunque parece que ya no va a volver a nevar) y de nuevo llueve.

Una de las mañanas nubladas, de esas en las que casi no se ve nada.

Una de las mañana congeladas, algo muy raro para ver.

Anochecer en elobrador” (como lo bautizó mi primo Flavio).

Tacahame la doble
Van dos coníferas de muy buena calidad, el mugho primero más este pino silvestre espectacular. Una corteza muy buena, un nebari terrible, y encima el propietario es el presidente de la Asociación de Lombardia y Piamonte (creo que es así... o algo parecido, pero por lo que dicen de él es importante). Una limpieza de agujas y la aplicación de una poda especial para achicar el tamaño de las mismas a menos de la mitad del tamaño normal me llevaron casi un día entero, más otras tantas horas de enrafiar casi todas las ramas, porque Salvatore quería que el dueño viniese a decir cómo lo quería, que no significa que se haga justo lo que el propietario quiere.

Adelante, un junípero de Taiwan, al medio el pino silvestre, atrás otro junípero de Taiwan.

El locutorio con internet internacional. Mathais de Holanda, io de Argentina y de Brasil. El delantal de bonsái argento (que se para Portugal luciendo su loca presencia)

El pino mugho terminado.

El silvestre sin tocar.

Tres kilómetros de rafia, cuidando los detalles, siempre.

Rafia, rafia, rafia...

Frigerio, otro amigo brasilero con su junípero.

Una de las tardes de trabajo en el taller de Salvatore Liporace, en Milán, Italia.

Loco detalle de la rotura de una rama de un junípero de Taiwan (la rama debe medir como 8 cmts) cuando Salvatore la dobló hace ya unos años.

La pizzería Oasis donde comemos bastante seguido.

Almuerzo de futuros bonsaístas.

De vuelta al vivero se me dió por ir por el medio de los campos donde se cultiva arroz, de fondo, la casa de Salvatore.

Despues de la rafia, 20.000 metros de alambre. Sin cruzar, sin que sobre al medir, sin poner demás, ni de menos.

Un día va a venir la policía del bonsái... y ni practicando esconderme voy a zafar.

Un aperitivo con Salva y su mujer Miriam, unos quesos buenísimos, vino blanco y champagne.

Caminando al Studio Botánico con... 3 grados.

Tarde libre, todos al centro de Milán. En Subte.

Milán.

Esperando que abriera la pizzería.

Crespi Bonsái, y un negocio de esta marca en el centro milanés.

Algunos de los árboles en exposición.

Fuimos a una expo de cultura japonesa, en donde encontré esta pintura.

Arte milanés (milanés es con pap frit y huev frit?)

La publicidad decía que los inteligentes escuchan lo que dice la cabezas y los estúpido, al corazón. (PEKL)

Asi se trabaja en el estudio.

De este árbol estoy haciendo un seguimiento fotográfico.

Empezando a posicionar las ramas con Salvatore.

Seguimos en esa.

El dueño no vino a la hora señalada, fuiste.

Otro detalle del junípero.

Seguimos, pero ya casi.

Otro junípero (el de Rui) y Salvatore posicionando las ramas.

Una charla sobre cultivo, formas de modelar, visión a futuro, etc.

Preparando para la foto, detales finales.

Pino silvestre.

El dueño, feliz!!!!!!

Arte milanés II. Al 50%.

Uno nuevo, limpiar, alambrar y poner las ramas en su lugar.

Como corresponde, a donde voy dejo mi marca, otro corte, otra mancha más al tigre...

Ci vediamo dopo!!


sábado, 13 de febrero de 2010

Vini, vidi....

-Trae abrigo -(trae, no traé)- me dijo Zezao por Skype, sta nevando cui, mucho, voy a te mandar uma foto para que veas, chivediamodopo ninja!.. Es dificil armar una valija para invierno cuando estamos con 38 grados de calor, tal vez por eso me faltaron medias abrigadas.

Parte del Studio Botánico de Salvatore Liporace en Milán, Italia.

El vuelo fue uno de esos interminables, de los que de tanto embole invitan a buscar detalles, escuchar ruiditos y tratar de relacionarnos con nuestro nunca existente catálago de mecánica aeronaútica, por suerte parte de las casi 20 horas de vuelo las pasé leyendo y mirando películas mientras trataba estúpidamente de relajarme para poder dormir, me quedaron los ojos inyectados como un verdadero estúpido que no pudo dormir.

La vecina si pudo...

Llegué a Malpensa como a las 12:30 del mediodía, y como correspondía a mi ansiedad nadie estaba esperando, para peor el señor de la aduana me hizo abrir las valijas y me preguntó unas 200 veces si lo que trataba de tocar por entre el envase de cartón era otra cosa diferente a mi explicación de lo que llamamosdulce de leche”, al final me creyó, creo...
Apareció Zezao y afuera del aeropuerto con la camioneta encendida, Salvatore. Un abrazo y un -eeee seryio como sta! alcanzó para la bienvenida, mis ojos no querían más.
Unos 20 minutos para salir de Milán y entrar en Gaggiano en donde todo es campo donde siembran arroz, algunas casas, y en medio de todo esto, el Studio Botánico.

Campos preparados para sembrar arroz y alguna que otra casona es todo lo que se puede ver hasta llegar al Studio Botánico.


Studio Botánico de Salvatore Liporace, Milán, Italia.
Una recorrida fotográfica

Los bungalos vip donde dormimos. Baño, estufa, cocina, heladera. Todo.
Salvatore no tiene perro.

Una vista del taller en donde trabajamos y una mini muestra de algunas de las plantas.

Casi (aunque creo que todos) yamadoris. Pinos mugho, pinos silvetre, pinos negros, alepos, taxus, juníperos... todo enorme, todo muy viejo.

La mañana siguiente nos recibió a plena nieve, un -2 C, no tanto.

La nieve se queda un rato largo en las ramas y troncos de árboles centenarios, aunque apenas sale el sol, todo desaparece, todo menos el frío.

Dos invernáculos, uno frío y uno con temperatura controlada.

Algunos de los olivos.

Algunas cortezas de olivos.

Muchos juníperos, algunos injertados, otros a medio trabajar, otros terminados, muchos vendidos.

Algunos árboles que vuelven de exposiciones y pasan al menos 3 meses dentro de los invernáculos hasta que se recuperan del stress.

Juníperos de Taiwan, muchos.

Más olivos.

Más madera de juníperos.

Algunos de los olivos seleccionados por Salvatore.

Y si, es un junípero... casi dos metros de largo.

Salvatore no compra Alepos a no ser que entre un dedo en las grietas de la corteza.

El doctor Zezao, especialista en espirituosas.

Esas cosas de la vida, mi primo Flavio me vino a ver, vive a más de 100 km y vino a saludar.

Otra mañana helada, -4 marcaba el termómetro. Los árboles llenos de hielo.

Para entrar en calor, un Pino mugho con una vena increíble, muy viejo y muy caro.

Zezao trabajando la madera de un junípero de Taiwan.

El Mugho y yo, una versión loca de Platero y yo.

Un recreo, trasplante de un pino silvetre de Rui, un portugués que se lo trajo desde (y si) Portugal.

Después del recreo, seguimos con el mugho.

Salvatore dándole unos toques. Este ejemplar fue descartado para una demo en la UBI porque no quería mostrarlo ya que es una de las pocas veces que puede contar con un pino tan viejo con una vena bien marcada y tanta madera muerta. Un dinamismo muy fuerte con una línea de tronco especial.

Terminado el mugho (subo las fotos cuando se seque el polisulfuro) Salvatore me encargó este pino silvestre que por ahora estoy limpiando las ramas de agujas viejas.

Este es el tipo de material con el que trabajamos todos los días.

El invernáculo encendido y mis ojos que se caen, mañana continuamos.